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sábado, 16 de mayo de 2015

¿Cómo se contextualiza en su propia realidad la significación del acto humano y sus componentes?


No hay Acto Humano neutro. Es decir, al margen de la ética, ni bueno ni malo. Todo Acto Humano puede y debe contrastarse siempre con un orden ético determinado. No nos extrañe que hoy se quiera excluir el Acto Humano o algunos de ellos, de toda forma de normativa ética. Las razones para querer excluirlos se encuentran en primer lugar, en un pragmatismo exagerado que ha llevado al hombre a medir la bondad de sus actos por los resultados prácticos que produzcan; en segundo lugar en un relativismo moral muy en boga en esta época y finalmente en el deseo del hombre moderno de erigirse a sí mismo en supremo legislador universal, prescindiendo de toda norma reguladora de su conducta, incluyendo la Ley natural, universal y eterna. Así como las leyes físicas son parte de la Ley natural, la moral también es parte de la Ley natural. En realidad, la moral es la Ley natural dirigida al alma humana, en la búsqueda de la perfección del hombre.

Querer excluir el Acto Humano o alguno de ellos del orden ético, ha traído como consecuencia, un mundo lleno de violencia, caos, desorden, pobreza, enfermedades, desigualdades, miserias humanas y un sinfín  de problemas más. El verdadero mal, presente en forma dramática en el mundo actual y en el corazón de muchos hombres, tiene su raíz en la no sujeción de multitud de vidas a la norma moral. Para que una sociedad sea sana, no basta que sus ciudadanos cumplan formal y externamente unas normas jurídicas, promulgadas para regular la vida social, externa, la conducta que se ve. Es necesario que los hombres que integran esa sociedad, sujeten sus actos conscientes y libres a normas que los constituyan por dentro en hombres de bien, virtuosos, capaces de irradiar bondad, nobleza, sinceridad, justicia, paz.

Los actos que realizamos es el modo en que nos movemos respecto del fin de nuestra vida. Cada acto que realizamos nos acerca o nos aleja de ese fin, estos están dirigidos por normas, que provienen de antecedentes culturales, costumbres y valores que abarcan todas sus acciones, normas que no siempre tienen un contenido de valor moral.

Los seres humanos somos capaces de actuar en muchas formas, en cada situación y que por eso nuestros actos son calificables moralmente. Para que un acto humano pueda ser calificado como moralmente bueno o moralmente malo es necesario tener conocimiento de los elementos que integran a este: objeto, intención y circunstancias; así para que un acto sea moralmente bueno es necesario que su objeto, intención y circunstancias lo sean también; para que un acto sea moralmente malo basta con que alguno de sus elementos cambie. Así, los actos humanos son los únicos moralmente calificables pues es el hombre el único ser capaz de tener el conocimiento de su acto y de las consecuencias que emanan de él, así como tener la voluntad de hacerlo y ser libre para elegir el realizarlo o no.

En cuanto a la valoración de los actos según los principios o fuentes de la moralidad, hay que tener en cuenta que el bien consiste en la posesión de todos los elementos requeridos para la plenitud de un ser; y el mal, en cambio, en la ausencia de alguno de ellos.

La determinación de la bondad o malicia de los actos humanos se hace por los elementos que los integran: El objeto, el fin y las circunstancias. Estos elementos no intervienen todos de la misma manera, cuando determinan la moralidad de los actos humanos buenos y la de los actos malos.

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